CAPÍTULO 4

—¡No la conozco Alfa, perdóneme por acogerla! ¡No sabía que era una fugitiva!

A Livana la despertaron los gritos de un hombre pero cuando escuchó su masculina voz sus ojos se abrieron con sobresalto.

Incluso aunque estaba rodeada de lobos se levantó ignorando un súbito dolor que golpeó sus costillas dejándola sin aliento.

—¡Déjenme! —chilló cuando intentó huir siendo sostenida por un par de guardias mientras los lobos le gruñían.

—Suéltenla —ordenó el Alfa con voz legalmente suave y ellos lo obedecieron en el acto.

Livana tembló ligeramente sintiéndose desprotegida mientras que él se acercaba a ella como si estuviera a punto de cazarla y se abrazó a sí misma abriendo la boca horrorizada al darse cuenta de que estaba completamente desnuda.

—Mátenlo.

—¡No, no tiene la culpa de haberme abierto la puerta!

Ellos no la escucharon.

El Alfa no dio otra orden.

Sus ojos se mantenían mortalmente fijos sobre ella antes de que la sostuviera del pelo acercándola a él.

—Esa boca tuya te dará grandes problemas, esclava.

Livana intentó apartarse de él llorando por la carnicería que estaban haciendo los lobos detrás del Alfa con el hombre.

"Definitivamente es una bestia despiadada. ¿Cómo puede matar a alguien de manera tan cruel por ayudar a alguien? Todo ha sido mi culpa."

Los pensamientos de la antigua Thalassi fueron interrumpidos por la voz del Alfa quien la observaba de manera fulminante.

—¿Lloras por él? La verdad es que no te entiendo, eres tan tonta, mujer.

Él la miró con reprobación y antes de que ella pudiera responderle, el Alfa la tomó en brazos para su sorpresa.

—¿Qu-qué hace?

—Tienes que aprender a estar callada, pero no te preocupes.

Te lo enseñaré cuando lleguemos de vuelta.

Si no aprendes por las buenas entonces lo haré a la mala.

Livana no tenía idea de qué significaban esas palabras.

Lo único que sabía era que estaba asustada por lo que el Alfa pudiera hacerle.

¿Por qué había tenido que desmayarse?

Tenía que correr tan lejos de él como pudiera y ahora lo había arruinado.

—Todo será peor a partir de ahora.

Te lo dije, mujer.

Livana cerró los ojos llena de angustia mientras que más lágrimas de impotencia caían por sus mejillas.

*************

La mujer contuvo el aliento por un momento al ver el hermoso lugar al que la había traído el Alfa.

Por un momento se había quedado dormida.

Y no tenía ni idea de dónde venía esa debilidad.

—Es por causa de la mordida —susurró para sí misma comprendiéndolo al fin, pero el Alfa pudo escucharla de inmediato frunciendo el ceño.

—No sé si lo sabes, pero al ser una Ariona te lo diré.

Las mordidas de los amos a sus esclavas las atan a ellos.

Te lo dije antes, mujer.

Yo soy tu dueño.

Estás vinculada a mí hasta que yo quiera.

Lo que significa es que si no te doy de mi sangre, morirás.

La declaración hizo que Livana lo mirara espantada, sintiendo que su corazón latía mucho más rápido.

—Eso no es posible, estás mintiendo.

Se negaba a creer eso, pero ¿Entonces qué le pasaba?

Livana se giró para mirarlo y una maliciosa sonrisa se extendió por el antes gélido rostro del Alfa.

Ella solo sabía que sonriendo lucía mucho más salvaje.

Arrastró su cuerpo de manera involuntaria hacia atrás ya que él la había acostado sobre la arena, cerca de un hermoso riachuelo.

Sin embargo, el Alfa no la dejó ir demasiado lejos.

Su mano grande sostuvo su pie tirando del mismo, dejándola a ella justo donde la quería.

Debajo de él.

—Sabes que es posible.

Me necesitas.

La lujuria se mostraba en sus orbes oscuras que también dictaban que su lobo estaba en el borde, dispuesto a saltar a la superficie.

—Y-yo no tengo colmillos.

Livana dejó escapar esa tonta excusa pero él solo le miró con más intensidad.

Como si intentara descifrarla de alguna manera.

—Eso no importa mujer.

Sin que Levina pudiera preguntar a qué se refería, él con sus propias garras rompió la piel de su cuello brotando sangre caliente inmediatamente.

Livana se encogió ante la perspectiva de probar sangre.

Los lobos de Arion no eran para nada como los de Arkalla, ellos si eran civilizados y no bestiales como la gente del Alfa Rey, como él mismo.

Ellos no hacían este tipo de cosas.

Sería una deshorna para ella hacer algo tan... ¿Sucio? ¿Tentador?

Él ni siquiera era su compañero.

O bueno, eso era lo que ella creía.

Aún no tenía la edad para saberlo.

Pero lo único que ella sabía era que solo los compañeros compartían sangre al momento de ser marcados, vinculando sus vidas para siempre.

—Bebe.

No fue una petición.

Esa sin duda fue una orden ejecutada por el Alfa Rey, el hombre que la había tomado como su esclava incluso cuando le había dicho que era una curandera.

Un hombre que no tomaba un "no" como respuesta.

Sin embargo, ella no hizo caso alguno.

Se mantuvo firme sintiendo un ligero mareo apoderarse nuevamente de ella.

—¡Bebe ahora mujer! —había urgencia en su voz pero Livana supo que debía estarlo imaginando.

—N-no me llamo mujer, y-yo so-oy Liv...

Iba a confensarle su nombre real, si iba a morir entonces lo haría como lo que era, la Thalassi de Arion.

Sin embargo, el Alfa no la escuchó, estaba demasiado preocupado como para eso.

—¡No te atrevas a morir, m*****a mujer! ¡Solo yo decidiré eso!

Los ojos de Livana se cerraron.

Ella estaba demasiado atontada como para entender nada.

Necesitaba sangre y él se la daría, incluso si esa terca no quería cooperar.

—Abre los ojos, mírame —volvió a demandar pero ella ya no lo escuchaba.

Valerio volvió a romper su piel pero ahora de la muñeca ya que la herida de su cuello se había cerrado.

Colocó esta en los labios de la hembra Ariona entre sus brazos demasiado frustrado.

¿Por qué demonios se había negado a tomar su sangre?

Él tendría que quebrar ese orgullo estúpido, y lo haría.

—Por la diosa Luna que lo haré —rugió molesto.

Poco a poco introdujo su sangre en la boca de la mujer quien sabía quedado laxa debajo de su cuerpo.

—Eres una curandera demasiado altiva, mujer —gruñó él viéndola beber de su muñeca incluso inconsciente como estaba.

Su cuerpo era el de una loba salvo por su falta de colmillos y su fuerza, este mismo sabía lo que necesitaba.

Las mujeres Arionas eran casi humanas.

Un poco más fuertes que estas, pero no tanto como las Arkallanas quienes sí podían invocar a su lobo.

No obstante, mientras que la miraba, el Alfa supo que el espíritu de esta mujer no era el de una mujer Ariona normal.

Ella era diferente.

Y seguramente por eso le resultaba tan atractiva.

—Solo por eso.

Pero no escaparás de tu castigo, mujer.

Él apartó la muñeca de sus labios y sin pensarlo demasiado se quitó su coraza que era parte de su uniforme militar para quitarse la camisa de lino que llevaba debajo de esta.

Cubrió a la mujer para que no estuviera desnuda y luego volvió a colocarse su uniforme antes de tomarla en brazos.

—Sí, eres una mujer tonta que llora por el hombre que casi la viola.

¿Estas fingiendo inocencia acaso para ganarte mi indulgencia?

Ni siquiera el gruñido del Alfa o su voz la hizo abrir los ojos.

Ella seguía dormida como si nada pudiera perturbar su sueño.

—Ya verás que no se puede escapar de mí, mujer.

Has decidido sufrir por tu causa.

Pues bien, que así sea.

Cuando se desperara lo haría en una celda y a partir de ese momento la haría rogar por su sangre.

Por él.

Aunque la haría sufrir un rato.

Solo un poco.

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