CAPÍTULO 5

Cuando Livana despertó enseguida entendió que nada estaba bien.

Su intento de huida había resultado ser un fracaso y ahora sentía todos sus músculos tensos por el dolor.

—Haz despertado al fin.

Ya era hora.

De inmediato se tensó descubriendo al hombre que la había puesto en esta situación tan vergonzosa.

Ahora mismo unas cadenas estaban atadas a sus muñecas siendo levantadas por encima de su cabeza.

Y no solo eso.

Ella estaba completamente desnuda frente a él, sintiendo un frío atroz que la hacía estremecer.

—¡¿Por qué me haces esto?!

Sus mejillas se arrebolaron en el momento que vio la mirada con la que la recorrió el Alfa hasta detenerse sobre sus pechos endurecidos.

Parecía estarla estudiando sin perderse en la lujuria.

De un momento a otro se acercó a ella acortando la distancia entre ellos, tomándola por la barbilla forzándola a encontrarse con sus ojos.

—¿Quién demonios ha dicho que hables? —la demandante pregunta fue abrupta.

Pero había algo en su voz que era atrayente.

El aliento cálido del Alfa Rey barrió los labios resecos de la Thalassi quien se encontraba cada vez más nerviosa por su cercanía.

Le temía, pero su cuerpo involuntariamente respondía a él.

Había algo en su interior que la hacía querer estar más cerca y eso la asustaba.

—No has entendido tu lugar aquí.

En lo que a mí respecta tu título de curandera ya no existe.

Solo eres mi súbdita.

No, ni siquiera eso.

Eres mi esclava y vas a aprenderlo de una vez por todas.

Su tono gélido logró encender las alarmas de Livana al punto que la chica tembló de miedo sintiendo el horror clavarse en su pecho.

¿Qué planeaba hacerle ese hombre?

—Por favor, no...

—Tú lo has decidido, mujer.

Te di una oportunidad y has decidido rechazarla.

Ahora te mostraré lo que significa ser una esclava del Ayax de Arkalla.

Él apretó con su mano fuerte su barbilla mientras que Livana apretó los dientes furiosa, luchando con las lágrimas de rabia que amenazaban con caer de sus ojos.

—Te odio.

Él chasqueó la lengua.

Dio un paso atrás antes de enfocarase de nuevo en sus pechos erguidos logrando que Livana sintiera vergüenza una vez más y que sus mejillas se sonrojaran.

—Aún no has empezado a hacerlo mujer.

Sin que ella lo esperara alargó su mano para tocar uno de sus pezones.

La Thalassi chilló indignada intentando apartarse de su despiadada invasión, mientras que él se limitó a bufar por lo bajo dejando de tocarla para guardar sus manos en sus bolsillos en un gesto puramente masculino mientras que su mirada taladraba su piel.

Livana vio en sus ojos algo que no supo identificar pero que ignoró.

—Aquí empieza tu castigo.

Luego tendrás derecho a tener un poco de mi redención si suplicas por ella.

—¡Eso jamás lo haré! —explotó ella pendiendo la cabeza por la rabia y otro sentimiento golpeándola.

Sin embargo, su repentina explosión no fue aceptada por el Alfa quien apretó su cuello en su mano grande, arrebatándole el aliento.

—No me provoques o te irá peor de lo que te va ahora —gruñó—. De todas formas vas a ser mía.

¿Has entendido?

Livana apretó sus dientes en el labio inferior logrando que este sangrara, algo de lo que no se perdió el Alfa.

Ella no pudo responder porque antes de que lo previera, Valerio alzó su barbilla y deslizó su húmeda lengua por su labio inferior inesperadamente, lamiendo su sangre de manera erótica.

Livana intentó apartarse una vez más y finalmente él se lo concedió en silencio dándole una última mirada inquietante.

Solo cuando lo vio irse, la mujer pudo dar rienda suelta a sus emociones y finalmente lloró sin poder detenerse por el futuro que le esperaba si no podía escapar del palacio.

Él la había humillado pero de alguna manera se lo haría pagar cuando recuperara el trono que por derecho le pertenecía.

**********

Estaba tan hambrienta que ni siquiera podía ver bien.

Solo seguía de pie porque las cadenas sujetadas al techo sostenían sus brazos.

—Por favor...

Su voz ya no era suave sino rasposa por lo mucho que había suplicado.

Por los demás había escuchado que Valerio era un vil gobernante, pero jamás se imaginó que sería tan malvado como para dejarla morir lentamente de hambre.

Livana no debía tener esperanzas, habían pasado demasiados días como para que alguien viniera por ella o incluso ese monstruo tuviera piedad.

—¡Oh Dios! ¡¿Cómo es que ella está así?!

—Ayu...

Las palabras se atragantaron en su garganta parpadeando ligeramente.

Livana sabía que debía mantener su fuerza.

¡Alguien había venido después de todo!

Pero aún así, no lograba mantener los ojos abiertos.

–¡El Alfa ya viene!

La Thalassi pudo escucharlo perfectamente.

"Él viene a ver mis últimos minutos..."

Lo único que escuchó después fue el sonido de muchos pasos. Pero por más que intentó quedarse despierta, no lo logró.

Perdiéndose la furia del Alfa.

—¿Qué demonios pasó aquí?

Puede que el Ayax no lo mostraba pero estaba intentando contener su rabia feroz.

—Ayax...

Antes había pensado darle un escarmiento suave a su esclava.

Sabía que alguien de la posición de Liv no aceptaría quedarse en las mazmorras gélidas por mucho tiempo, ella era delicada.

Frágil.

Y por alguna razón no quería hacerla sufrir demasiado.

Solo le había mentido para que fuera a él de inmediato.

Sorprendentemente ella no acudió por medio de sus criados, haciéndolo enfurecer. Pero no había esperado encontrarse con ella moribunda, había dado la orden de que la alimentaran y le quitaran las cadenas.

—¿Cuántos días lleva así?

Una vez más intentó mantener el control apretando la mandíbula.

—¡¿Alguien la alimentó?!

Por primera vez en mucho tiempo Valerio dejó que su lobo se notara por medio de su voz de Alfa.

No sabía qué significaba ese sentimiento posesivo sobre la mujer inconsciente, pero no le gustaba.

—Ayax, nadie nos informó que estaba aquí.

Valerio cada vez se sentía más furioso.

Sabía quien era el responsable de esa negligencia y tendría que pagar.

Dio largas zancadas hasta donde yacía la curandera y le arrancó las cadenas de las muñecas sin importarle tocarlas

, ya que eran de plata.

Antes de que cayera al suelo él la sostuvo con firmeza.

Todo lo vieron boquiabiertos.

—Llama al médico de la manada, dile que venga, ahora.

Su demanda no admitía una negativa.

Pronto tomó a la mujer entre sus brazos cargándola estilo nupcial pegándola a su pecho como una segunda piel.

El Ayax apretó la mandíbula al darse cuenta que no había enviado a ninguno de sus hombres a cargarla sino que lo había hecho él mismo.

Algo inadmisible para alguien de su posición.

Pero el pensamiento de otro hombre tocando su piel desnuda, lograba enfurecerlo.

Entró en una habitación de esclavos y la acostó sobre la cama para después pedirle a una criada que la limpiara, sin embargo, no pudo evitar mirarla inconsciente.

Su cabello largo se extendió enmarañado por la almohada e incluso en ese estado Valerio la encontró bella.

—Ayax, vine lo más pronto posible.

Valerio ni siquiera habló.

Señaló a la mujer que aún se encontraba inconsciente y el médico empezó su labor.

El Alfa no pudo apartar la mirada de ella, hasta que el médico indicó a sus sirvientes lo que debían hacer para recomponer a la mujer.

Se dijo a sí mismo que esa obsesión por su cuerpo tendría que acabar tan pronto como ella estuviera recuperada.

—Ella estará bien, Ayax.

—Puedes irte, Martin, ve a Altekin, él pagará por tu servicio.

El Alfa salió de su habitación dando una última mirada a esa mujer antes de ir a por el culpable de lo que había pasado.

Cualquiera que ignorara su orden directa, no merecía vivir. Y eso lo dejaría claro ante todos.

*****

Para Livana los días transcurrieron rápidamente mientras que su cuerpo se regeneraba.

La sirvienta que la había cuidado se había encargado de enseñarla a tejer para que no se aburriera, sin embargo, la cabeza de la Thalassi no dejaba de idear un plan de escape a la perfección. 

Solo necesitaba un poco de la confianza del Ayax para llegar al Tercer reino antes de que ese Alfa despiadado apareciera otra vez.

—Nuestro Ayax no es un hombre malo... —había escuchado decir.

Pero ella no lo creía.

En ese momento el aludido entró en la habitación pareciendo demasiado grande y masculino para esta.

La sirvienta se levantó haciendo una reverencia. Aunque el sentido común le decía a Livana que debía imitarla, no lo hizo.

Sus ojos se mantuvieron fijos en el hombre mientras que él le devolvía la mirada con frialdad.

—El descanso acabó.

Dentro de unas horas serás mi esclava, por completo y ante todos.

Prepárenla.

Cada parte del cuerpo de Livana se tensó porque sabía qué significaban sus palabras.

Él quería hacerla suya.

Quería profanar su cuerpo.

¿Qué posibilidades habían de que no lo hiciera?

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