Narrado por Fatima Hneidi:
La llave gira con dificultad, como si la cerradura supiera que no tengo fuerzas para insistir. El día ha sido largo para mí. No por la cantidad de trabajo, sino por el peso de cada historia que he escuchado, desde que empecé este trabajo, me he dado cuenta de que no llevo el peor desastre entre las manos. Mujeres que llegan con los ojos aguados y morados, con las manos temblorosas, con la voz rota. Mujeres que no saben si merecen justicia. Mujeres que me recuerdan, sin querer, a mí misma en muchos aspectos. Solo que me han dado muchas oportunidades.
Empujo la puerta con el hombro y entro. Lo primero que noto es el olor. La casa huele a algo cálido, especiado, reconfortante. No es el aroma habitual. Es más… Festivo. Me detengo en seco. Hay voces. Una de ellas es la de Zena, agitada, como si estuviera discutiendo algo que le importa demasiado. La otra… es la de Zayd. Y por alguna razón, puedo deducir que están discutiendo por mi culpa y me siento avergonzad