Aparentemente, son celos.
Narrado por Mariano Hans:
Camino por el pasillo del hospital con la Abuela Dana, la abuela de Fátima a mi lado. Su paso es lento pero firme, como si cada paso estuviera cargado de ansiedad por ver a su nieta, pero a su vez, conserva el buen humor y una personalidad altiva demasiado agradable. Me ha contado tres anécdotas desde que salimos del ascensor, todas con esa mezcla de sabiduría y picardía que la caracteriza. Nos reímos juntos, como dos cómplices que han logrado conectar... No recordaba a la abuela de Fatima.
Ella ha dicho que me vio un par de veces cuando venía de visita y aun su hijo y familia vivían en la casa de servicio de mi familia... Pero a esa edad, lo menos en lo que podría haber reparado algo de atención, seria en una anciana.
—Y entonces le dije al médico: “Si me va a operar, por lo menos invíteme un café antes” —dice la abuela, soltando una carcajada que contagia. Sacándome del ensismamiento y preocupación, Fatma, la madre de Fatima, lucía fuera de sí.
La única