—¡Hola, Kisa! ¿Me dejas pasar? —sonrió, y de repente me sentí avergonzada por mi aspecto. Él era tan guapo y elegante, y yo estaba allí delante de él con una camiseta holgada y pantalones de estar por casa. Dejé pasar al hombre al departamento y cerré la puerta tras de él, por si acaso...
—¿Estás sola? —preguntó él, mirando el recibidor, y yo me lancé a sus brazos, abrazándolo y besándolo.—Entonces estás sola —concluyó él, obviamente—, ¡y veo que te alegras de verme! —sonrió Nikita, se inclinó y me besó como solo él sabe hacerlo. Apasionado y profundo, borrando todos los pensamientos de mi cabeza. Lo abracé con fuerza y me acurruqué contra él, respondiendo con igual intensidad. Quería demostrarle que yo tambié