𝓒𝓪𝓶𝓫𝓲𝓸 𝓭𝓮 𝓬𝓪𝓼𝓪

A la mañana siguiente desperté con el movimiento de Andrés, pero me hice la dormida para no tener que besarlo.

Sentí cómo me tomó en brazos y me llevó a la que era nuestra habitación.

Seguía siendo muy dulce, pero todo el daño que había causado no era perdonable. Me había encerrado, se había hecho pasar por el padre de mi hija, y por lo poco que podía recordar, había sido un hombre muy violento. La pregunta era: ¿por qué hacía todo eso?

Me incorporó a nuestra cama y me tapó con una cobija. El plan había salido a la perfección. Seguro que él pensaba que habíamos tenido buen sexo toda la noche.

Pude escuchar cómo hablaba con alguien en el teléfono, pero no comprendía bien las frases completas, ya que su voz era muy baja.

Me levanté y cautelosamente me acerqué para escuchar.

—Creo que está recordando, pero no me lo ha dicho. —Hizo una pausa—. Necesito a alguien que la vigile las veinticuatro horas del día. Quedo tranquilo sabiendo que no ha tenido contacto con el exterior.

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