El viaje estuvo muy agotador. Prendí mi celular y tenía millones de mensajes de Nicholas. Me rompía el corazón saber que me estaba engañando.
«Te amo, no me hagas esto, podemos hablar y solucionar lo que te está ocurriendo.»
No quise responder, era mejor así. Mi cabeza en ese momento no podía pensar en nada más que encontrar al enfermo que me secuestró y tenía que enfocarme en eso.
Legué al hotel y me tumbé en la cama a mirar el techo. Tenía que encontrar a ese hombre y mi ansiedad no me permitiría darme todo el tiempo del mundo para hacerlo. Tomé mi MacBook y busqué en Google toda la información del psiquiatra.
Aún trabajaba en la Clínica Cumbres y me aparecía la dirección de su consulta privada.
Me duché, me vestí y fui al lugar que tanto sufrimiento me trajo: la clínica de rehabilitación.
El taxi me dejó en la entrada, me bajé y la miré con un poco de miedo, recordando a Andrés y lo que me había hecho. Todo seguía igual. Respiré profundo y entré.
Me acerqué a una de las secreta