El resto del viaje fue algo confuso, recuerdo lo que ocurrió, pero a trozos, como si no hubiese estado consciente del todo, y puesto que estaba medio dormida, era algo normal.
Dormía plácidamente cuando el señor Duarte me despertó de malas maneras, zarandeándome el brazo con fuerza, provocando que despertase soñolienta y mirase hacia él sin apenas poder vislumbrarle con claridad.