Cada maldito vaso que me llevo a la boca, Lazzarini me lo arrebata entre risas y guiños de ojo. No le quedó claro que voy a embriagarme y me importa poco que sea la fiesta de ese niño, si hay alcohol significa que esto también es para adultos.
¿Qué pretende?
Estamos solos, alejados de su familia, niños, periodistas y todos los mequetrefes que se atreven a vernos.
—Joder. Quiero beber, esto no tiene sentido. —Fausto se ríe.
—Estoy cuidando cuerpo, necesitas estar limpio para competir. —ruedo los ojos.
—Hay personas que se encargan de mi cuerpo, doctores, Leila y el equipo. Déjame. —me sirvo otra copa pero es lo mismo, me la quita y se la bebe de golpe. —Maldita sea, Lazz. Me gusta beber, el alcohol y yo somos amigos íntimos, puedo con esto.
—No. Es una orden.
—Ordénale a tu abuela.
Me resisto pidiendo una botella de escocés, se lo que hago y este cabrón no estará ordenándome todo el tiempo solo porque follamos o lo que sea, estoy aquí con él eso debería de bastarle.
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