Camino hasta la puerta del copiloto que me abre él, entro y
cierra de un azote. Esta enojado. Me abrocho el cinturón cuando él entre y apenas se pone el suyo salimos disparadas hacia la calle haciendo chillar las llantas.
Clavo las uñas en el asiento y miro con horror como se pasa
un semáforo en rojo.
—¡Baja la velocidad! -grito y me sostengo de donde puedo. Maneja muy deprisa y con violencia. No soy muy fanática de querer morir joven. -¡Ignacio!
Él me ignora y sube la velocidad ¡¿Nos quiere matar o que?! Cinco minutos insoportables después, se detiene al fin. Miro por la ventanilla y me encuentro con un Starbucks.
Ignacio abre la puerta de un jalón y yo me quito el cinturón de seguridad. Mis manos tiemblan y torpemente me quito la mochila. Me bajo y camino junto Ignacio mientras él refunfuñe algo entre dientes.
—Estúpido...teléfono...ya sabía yo...peor...jodido...-Y sigue así hasta que entramos y me sienta en un sillón.
Se pone enfrente de mi maldiciendo. Pero ¿a este que le pasa? ¿