Angel giraba y sonreía junto a Paula. Una chica simpática que había conocido esa noche, la hija de un alfa francés que aún no se transformaba.
Era muy linda y le hacía reír mucho, pero ciertamente no sentía esas mariposas de la cual todos hablaban. Miro por un momento a Liana dar vueltas con Auguste, los cuales habían sido las estrellas de la noche. Todo el mundo había estado atento a la pareja, incluso los humanos. Por lo que entendía, hombre lobo o no, Auguste era una figura pública muy importante en Francia. Alfa para los hombres lobos o distinguido heredero por los humanos. Todos estaban atentos a los pasos que daba Auguste y ahora también miraban bajo ese reflector a Liana.
—¿Eres primo de la pareja del alfa? —preguntó Paula.
—Algo así, primos políticos si miramos bien nuestro árbol familiar —respondió Angel dándole más vueltas—, su madre viene a ser prima de la Reina, que es mi tía porque es la esposa del hermano de mi mamá. Pensarlo hace que me duela la cabeza.
Paula abrió los