—Estás muy tranquilo para ser alguien que está siendo torturado y retenido en contra de su voluntad —habló el joven frente a él, cruzado de brazos, tratando de sonar firme, aunque en su voz se filtraba cierta incomodidad.
—Bueno, no es mi primera vez siendo retenido en contra de mi voluntad y siendo torturado por hechiceros malos —suspiró Gunnar con amargura, encogiendo un poco los hombros—. De hecho, ese es el ritual que te convertía en hechicero oscuro.
La tercera persona en la habitación, que hasta entonces había permanecido callada, giró el rostro con gesto incrédulo y arqueó una ceja.
—¿No te volvías hechicero oscuro a sabiendas?
—¡Claro que no! —Gunnar soltó una risotada ronca que contrastó con la gravedad de sus palabras—. Todos fuimos secuestrados muy jóvenes.
La mujer lo miró consternada, como si aquella verdad le incomodara, mientras el muchacho solo fruncía el ceño, confundido.
—¿No eran ustedes la orden de hechicería más fuerte y unida? —replicó el joven, incrédulo—. ¿Cóm