—Hace tanto que no hacías eso —habló Jaime sin dejar de revisar sus documentos—. Han pasado décadas desde la última vez que te escondías para vigilarme.
La ventana se abrió, Alan se metió por ella en la oficina que Jaime tenía en su casa.
—No te vigilaba en aquellos tiempos —Alan le mostró su sonrisa torcida—. Te cuidaba.
—Pero ahora si lo haces —Jaime al fin alzó la vista—. ¿También quieres revisar mi computadora y mis papeles?
—¿Por qué no nos contaste? —le recrimino Alan—. Los demás piensan que estás avergonzado, pero yo creo que es algo más, ¿Qué est&a