La sintió.
Podía sentir su mirada sobre él.
Podía sentir su ira.
Temía abrir los ojos.
Pero de igual manera los abrió, porque en algún momento tenía que enfrentarla. Cuando lo hizo , se sintió mortificado, pensaba ver a Gabriela fulminándolo con la mirada, pero se llevó la sorpresa de ver a una Gabriela temblando y con los ojos llorosos e hinchados.
—Casi los mato —dijo Gabriela con la voz ronca—. ¿Viste las cosas que hice aparecer?, soy... soy un monstruo.
Bael se levantó lo suficiente para abrazar a Gabriela, ella estaba sentada en los pie de su cama.