Diego caminaba con paso firme, pero su mente era un torbellino de pensamientos. La conversación con Aitana aún resonaba en su cabeza como un eco imposible de ignorar. Seis guardianes. Seis símbolos. Seis fragmentos de una verdad demasiado antigua para ser comprendida del todo. Él era uno. Aitana era otra. ¿Quiénes eran los restantes? ¿Dónde estarían?
La respuesta no existía aún, pero la pregunta lo había transformado.
Al doblar el pasillo del refugio, vio a Sasha sentada con Lara dormida sobre su regazo, y Emilia aferrada a su hombro. Eugenia hablaba bajo con Elizabeth, que aún tenía los ojos apagados por la pérdida de Benja. Karen observaba por una de las rendijas de la pared, como si esperara que el peligro apareciera en cualquier momento. La niebla ya no estaba, pero todos sabían que aquello no era paz, sino una tregua precaria.
Sasha lo vio acercarse y le sonrió con alivio.
—¿Estás bien?
Diego se arrodilló frente a ella, acarició suavemente el pelo de Emilia y luego miró a su espo