Amet continuó su transformación en Sobek, que me parecía la más lenta de toda nuestra vida. Su cabeza lupina se alargó y ensanchó, transformándose en el temible rostro de un cocodrilo ancestral. Sus fauces se extendieron, mostrando hileras de dientes afilados como dagas, mientras que sus ojos dorados brillaban con una sabiduría divina milenaria. Sobre su cabeza apareció una corona dorada con el disco solar, símbolo de su divinidad, y su cuerpo se cubrió parcialmente con ornamentos de oro que brillaban con luz propia.
Finalmente, su transformación se completó con el aura de poder divino que emanaba de su cuerpo, haciendo que el aire vibrara a su alrededor. Sobek, el dios cocodrilo, se alzó ante mí en toda su gloria, listo para cumplir con mi orden de invocar al Preta desde el inframundo. —Listo, mi Alfa. ¿Cuántos Pretas quieres? —p