Todos permanecen en silencio por un instante, procesando las palabras que parecen tener un peso mágico. Mi mirada se cruza con la de mi Luna, y sé que ella también percibe la profundidad del momento. Mi lobo Mat ruge suavemente, recordándome el vínculo que nos une y lo mucho que dependemos unos de otros. Antoni vuelve a romper el silencio, como siempre, con su energía contagiosa.
—Bueno, basta de caras largas —dice Antoni de inmediato—. La nana dijo que es para celebrar, ¿no? Pues entonces hablemos de algo divertido. ¿Quién será el primero en entrenar con los cachorros? —Yo no —responde Julieta rápidamente, levantando las manos mientras se ríe y acaricia su vientre—. Me temo que aún no tengo la paciencia para lidiar con su energía desenfrenada. Que lo haga Horacio. Todos ríen ante su determinación, y el mome