El doctor Ahá, después de acomodar cuidadosamente a Teka en su cama y asegurarse de que su esposa estaba estable, guió a los tres lobos atormentados hacia el salón, donde continuaron su reveladora conversación.
—¿Y tú, Bennu? —preguntó el doctor, dirigiendo su mirada curiosa hacia el celta que había permanecido callado—. ¿También encontraste a tu mitad? —Creo que sí —respondió Bennu con una mezcla de timidez y satisfacción en su voz—. Aunque me parece que mi suerte ha sido mejor que la de ustedes, chicos. Amet y Horacio se giraron bruscamente hacia el jefe de seguridad de la manada. El siempre reservado celta los observaba con una sonrisa apenas contenida, mientras su pecho vibraba de felicidad y sus ojos comenzaban a teñirse de un rojo intenso, señal inequívoca de que Ben, su lobo interior, luchab