Así pasó los siguientes días. Era la noche de luna llena, su último día de este mes para consumar su unión como humanos. Sintió a Isis entrar en su habitación. Tenía mucha fiebre y temblaba de frío. Ella lo abrigó y le colocó compresas en la frente. Abrió los ojos y la miró desesperado no queriendo lastimarla.
— Isis, ¿qué haces aquí? ¡Se te va a pegar el resfriado! —le dijo, deseando que se marchara, ya que su olor lo estaba matando. No sabía si podría resistirse a sus instintos de supervivencia y hacerla suya.— ¡No me iré de aquí si es lo que me estás pidiendo! —Isis le contestó. No discutió; estaba demasiado débil. Volvió a cerrar los ojos y se durmió. Sintió cómo ella se acostaba a su lado y lo abrazaba, transmiti&ea