El Alfa, al notar el desconcierto de su Luna, suavizó su tono y la tranquilizó con una calma firme que le era natural.
—Mi Luna, eso ya quedó en el pasado —aseguró con ternura—. Ahora me tienes a mí. Estoy aquí para acompañarte a enfrentar esas memorias. Podemos atravesarlas juntos, mi Luna. Eso es lo que quiero proponerte: que me permitas ayudarte a recordar esos fragmentos olvidados. Solo así podrás comprender que, además de ser humana, eres una loba. Isis lo observó en silencio, pensativa, mientras la tensión en sus hombros se hacía evidente. Su mente le susurraba que quizás, si aceptaba recorrer esos recuerdos, su loba, Ast, despertaría para guiarla; tal vez, aprendería finalmente a transformarse en humana, poniendo fin a esa incertidumbre que la desgastaba. Sin embargo, el miedo la paralizaba. Temía tanto volver a vivir esa mem