Isis, sin embargo, bajó la mirada, arrepentida de haber preguntado. No quería decir nada más sobre ese hecho. Después de todo, su beso le gustaba mucho.
—Por nada, mi Alfa —respondió rápidamente, con un dejo de evasión en su tono. Su mente y la voz en su cabeza parecían coincidir por primera vez. ¿Para qué averiguar ahora? No iba a ganar nada con eso; sería mejor dejarlo para más adelante. El Alfa Supremo, aunque disfrutaba de las sutilezas de ese juego entre los dos, tenía en mente un propósito distinto para aquella ocasión. Ese día, estaba decidido a ayudar a Isis a recordar una parte crucial de su vida. Los años antes de los cinco, esos en los que había sido una loba. Su mirada se tornó más seria entonces. Se acercó a ella, observándola con decisión y ternura. Isis, a su vez, lo mir&oacut