148. CONTINUACIÓN
Isis estaba muy ruborizada y no podía mirar al Alfa Supremo a los ojos. Sabía que él se había percatado de que estaba realmente celosa, pero, en el fondo, deseaba saber a quién estaban elogiando. No podía reprimir los celos que la consumían.
—¿Pensaste en lo que te pedí, mi luna? —preguntó el Alfa, que había ido con un objetivo ese día; no quería seguir demorando la integración de su luna completamente.
Por su parte, Isis no respondió de inmediato. Levantó la mirada para observar los ojos de su Alfa, que le había hecho esa pregunta sin contestar la suya, lo cual la llenó de más recelo. ¡Mira, mi Alfa, cómo cambia el tema! Ahora sí que estaba muy celosa.
—¿Qué cosa me pediste? —No recordaba en ese momento las conversaciones anteriores; estaba ciega de celos—. ¡No