122. LA ACEPTACIÓN DE ISIS
Pero Isis negó rápidamente; no quería enfrentar esa memoria. Le aterrorizaba ver a ese terrible lobo de ojos rojos arrastrándola por un pie, era tan vívida que sentía el dolor de su mordida. Sabía que un día debía hacerlo, quizás en otra ocasión.
— ¡Hoy no! Prefiero quedarme aquí contigo —dijo acercándose y volviendo a abrazarlo como si fuera Mat. Se sentía muy feliz, aunque también estaba cansada; los ojos se le cerraban—. ¿Puedes quedarte a dormir conmigo hoy, por favor?
— No puedo quedarme toda la noche, querida, pero puedo hacer otra cosa —contestó el Alfa con un suspiro, lamentándose por no poder complacer a su Luna—. Puedo hacer que estés conectada todo el tiempo conmigo y que me hables a cualquier hora. ¿Te gustaría?
— ¡Oh, sí! ¡Me encantaría, señor Alfa! —exclamó Isis emocionada, como si le hubiera ofrecido el mejor regalo de todos—. ¡Me vuelvo loca aquí sola, sin tener a nadie con quien hablar!
Su sonrisa iluminó no solo su boca, sino también sus hermosos ojos que m