Hilda se llevó las manos a sus labios, cubriendolos, ante la indiscreción que acababa de cometer.
—Ya metí la pata —expresó con reproche. Miró que no hubiera nadie cerca, tomó por el brazo a la chica y salió por la puerta de atrás al jardín.
— ¿Qué ocurre? —Camila indagó.
—Tenemos prohibido hablar de la vida privada del patrón —mencionó—, te pido que no vayas a decir nada, o me van a correr. —Presionó en una sola línea sus labios, afligida.
—Te doy mi palabra —contestó—, no diré una sola palabra, lo prometo.
—Gracias. —Limpió un par de lágrimas—, a la señorita Stacy la asesinaron a golpes —murmuró—, no alcanzó a llegar con vida al hospital.
Camila abrió los ojos de par en par, al escucharla hablar.
— ¡Qué horror! —su voz se fragmentó—, pobre hombre, cuanto debe sufrir al haber perdido a las personas más importantes de su vida —sollozó.
—Mucho, la señorita Stacy está por cumplir 3 años de haberse reunido con su mamá.
— ¡Hilda!
El grito desde la cocina de Marc las asustó, ambas se pusie