CAPÍTULO 105 — Promesas en voz baja
Gabriel conducía hacia casa con el corazón acelerado, pero no por el tráfico, ni por el cansancio del día, sino por la expectativa. Sabía que hoy era la cita de Isabella con la ginecóloga. Sabía también que ella había decidido ir sola, que necesitaba su espacio para asimilar cada paso, y él se lo había respetado. Sin embargo, la ansiedad igual lo consumía en silencio.
Durante toda la mañana se había sorprendido mirando el teléfono para asegurarse de no haber perdido ninguna llamada suya. En varias ocasiones estuvo a punto de enviarle un mensaje, solo para preguntar si estaba bien, si necesitaba algo, si quería almorzar juntos. Pero se contuvo. Quería dejarla tranquila, dejar que ella marcara el ritmo de este nuevo camino que estaban a punto de recorrer juntos.
Antes de regresar a casa por la tarde se detuvo frente a una joyería. Había pasado muchas veces por allí, pero hoy algo lo atrajo. Quería que Isabella supiera que, más allá de cualquier result