Mundo ficciónIniciar sesiónIntenté cerrar la puerta, su pie se interpuso. La bota de cuero italiana impidiendo el cierre.
—¡No tienes nada que hacer aquí! —bramé forcejeando.
—Hablemos tranquilamente, Isabela —la calma en su tono, anticipaba la tormenta.
Empujó la puerta. El marco vibró entre mis manos.
—Vete ahora mismo —advertí.
No sirvió de nada. La puerta cedió. Nicolás entró.
Yo retrocedí un paso, temiendo que Alejandro estuviera por aquí, él había tomado distancia, cuando le supliqué con mi tacto que lo hiciera. Miré disimuladamente hacia el pasillo y la cocina. No había rastro de él: ¿dónde se había metido?







