Alejandro
Ingresé a mi oficina, revisando el teléfono.
Camila respondió: «La recojo al mediodía.»
Le había escrito solo para confirmar a qué hora iría por ella. Con eso bastaba. Aunque me picaran los dedos por estar al tanto, no iba a estar escribiéndole más de la cuenta; bastante tengo con atormentarme solo.
También envié un mensaje a Lucía, pidiéndole que, después de sus clases, fuera al departamento. Haré una cena para celebrar la llegada de Isabela.
La noche anterior, Isabela sí que me dejó con la adrenalina disparada. No solo permitió que la tocara y que la deseara sin reservas, sino que dio la noticia que estaba embarazada.
Ser padre no entraba en mi plan de vida ni por asomo. Pero la idea de formar una familia junto a ella me golpeaba dulcemente.
A pesar de que la situación iba por buen rumbo. Hay un gusano royéndome el estómago: Nicolás.
Yo no estaría tranquilo hasta que ella saliera de esa casa. ¿Qué tal si las cosas se entorpecen de nuevo?
Mi investigador no terminaba de