El despacho de Judy Barrymore estaba envuelto en penumbras. La lámpara de escritorio iluminaba los documentos en un resplandor dorado, mientras la niebla de Grayhaven se colaba por la ventana entreabierta como un presagio inevitable. Judy sostenía una copa de vino tinto y observaba la calle con aire de estratega que lo controla todo, incluso la oscuridad.
Blake permanecía unos pasos atrás, con el gesto tenso. Sabía que Judy estaba de mal humor y, cuando ella se mostraba así, lo mejor era no hablar demasiado.
—Los ataques fueron un error —dijo Judy de pronto, con voz baja pero cortante—. Allyson y Torres siguen vivos. Y lo peor… tenemos rumores de que la policía local empieza a olfatear algo.
Blake se defendió con cautela. —Señora, no tuvimos oportunidad. Se cubrieron demasiado rápido.
—Cállate, Blake. Ya no me interesan tus excusas.
El silencio volvió a llenar el cuarto hasta que la puerta se abrió sin llamar. Ethan entró con paso seguro, traje oscuro impecable y esa sonri