La pequeña cafetería en el centro de Grayhaven parecía un refugio improvisado contra la tensión que había ido acumulando Allyson Drake en los últimos días. El murmullo bajo de las conversaciones, el aroma del café recién hecho y la presencia discreta de Mike Torres, sentado frente a ella, componían un cuadro de aparente normalidad que contrastaba con la tormenta de preguntas en su cabeza.
Mike había llegado apenas un par de días antes, presentado formalmente a ella como un refuerzo del FBI, pero ante el pueblo un joven asistente. Un apoyo para aliviarte la carga, había dicho Matthews en la llamada. Allyson entendió de inmediato el subtexto: alguien que se mantuviera cerca de ella, alguien en quien —al menos en teoría— pudiera confiar.
—Grayhaven no es lo que parece —comentó Mike, girando lentamente la cucharilla en su taza de café, con esa calma que podía ser natural o ensayada—. Las calles lucen tranquilas, la gente sonríe, pero hay un trasfondo que cualquiera entrenado puede notar.