En el hospital
Anahí estaba sentada en la banca metálica, con los ojos llenos de lágrimas, temblando como una hoja en otoño.
Alfonso estaba a su lado, con el rostro endurecido por la tensión, pero sin soltarla ni un segundo.
La tenía entre sus brazos, aferrado a ella como si solo así pudiera sostenerla en pie.
—Ella está bien —le susurró al oído, tratando de infundirle calma, aunque su propia voz temblaba—. Por favor, no te angusties, mi amor. Azul está bien, ¿sí? Eso es lo más importante ahora.
Anahí asintió lentamente, aunque sus labios no lograban formar palabra.
En ese momento, se escucharon pasos apresurados. Rossyn llegó con Alfredo, iba tras ella.
Cuando Rossyn vio a su madrina, se echó a llorar sin poder contenerse. Las lágrimas le caían por las mejillas como ríos incontrolables.
—¡No puedo creerlo! —gimió, tapándose el rostro con ambas manos—. ¡No puedo creer lo que hizo Hernán!
Alfonso se puso de pie al instante y la abrazó. Aunque él también estaba devastado, el instinto pat