21. Juegos y sombras de naipes
—¿Todos los hombres lobo lucen iguales en este juego? —pregunta, aún mirando las cartas con intensidad.
—Sí —responde Haruki, encogiéndose de hombros—. Fui yo quien pidió que todos los lobos SuperAlfas se vieran igual. Así se pueden identificar fácilmente como grupo A. Igual que todos los reyes K tienen el mismo aspecto, o las damas Q. Uniformidad, ante todo.
Elara asiente lentamente, pero el aire le sabe distinto. Mira de nuevo la carta del lobo de ojos ámbar… y una imagen cruda irrumpe en su memoria: colmillos manchados, garras levantadas, un rugido entre los árboles. Siente un escalofrío recorrerle la espalda.
Pero se obliga a sonreír. Aún no está lista para abrir esa herida delante de ellos.
—Tu turno, Superluna —dice Haruki con una sonrisa ladeada mientras baraja unas cartas descartadas con los dedos como si fueran monedas.
Elara parpadea, distraída, y baja una carta sin siquiera mirarla bien.
—¿Estrategia milenaria o puro azar? —pregunta Haruki, alzando una ceja—. Dime que