Capítulo Diecinueve

Amaya Bezos.

Desperté en aquella habitación blanca en penumbras. No tenía idea cuánto tiempo había pasado. La cama estaba manchada de sangre, sin dudas el fisting me había producido una fuerte hemorragia.

El dolor era insoportable, había sido el castigo más atroz que había recibido en mi vida. Yo era una mujer feliz, incompleta, imperfecta, pero feliz.

Mi única preocupación era emborracharme feliz o sacar a los chicos de mi penthause. Ahora ya no era lo mismo. Ni volvería a serlo.

Estuve despierta sin moverme, inmóvil. Lo más quieta posible. El más mínimo movimiento hacía que el dolor se esparciera en olas que llegaban a todas los puntos de mi cuerpo.

Ni un parto hubiera dolido tanto. La vagina se dilata de forma natural, mucho más que el ano, que por su propia morfología se resiste a la invasión.

Me sentía completamente miserable, envuelta en un círculo vicioso que yo misma provoque. Haber entrado en el juego de Marcelo había sido mi completa responsabilidad.

Era una estúpida que se
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