40~ Juntos.
Aurora no quería despegarse del cuerpo de Franco, entrelazó los dedos con los suyos mientras él saludaba a Arantza y a Pietro.
A fuera arreciaba un frio atroz, la niebla golpeaba el suelo con un viento fuerte que venía desde arriba y llenaba todo el césped del patio con finas gotitas de rocío, y cuando entraron dentro de la enorme cabaña estaba tan cálida que Aurora no pudo evitar soltar un gemido de placer.
— ¿Enserio elegiste tú este lugar para hacer tu casa? — le preguntó a Franco y él la rodeó por el hombro.
— Me gusta el frio y la oscuridad, todo lo contrario a ti, creo que por eso en el espacio mental tu habitación es luminosa y por la ventana entra aire cálido — Aurora abrió la boca, eso tenía todo el sentido del mundo — ahora, vamos por chocolate.
La vieja tata recibió a Aurora como si la conociera de toda la vida, de seguro estaba acostumbrada a conocer a las parejas destinadas de las personas de la casa, y Aurora se sintió cómoda y a gusto.
— ¿Ya está listo todo? — le pregun