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Ramiel gruñó de frustración; sus ojos brillaron blancos. De repente, el cielo se oscureció con nubes y un relámpago lo atravesó. Un rugido atronador resonó mientras las luces parpadeantes alrededor de Ramiel se intensificaban diez veces. Edward maldijo al darse cuenta de que había llevado al hombre al límite. Su sentido demoníaco le advirtió que escapara, presentiendo un oponente más poderoso. Sin embargo, no vio rastro de Asher ni de Alaric. Si al dios se le permitía correr libremente, ¿qué pasaría con la Tierra de los Dragones? Miró a su alrededor y vio cuerpos esparcidos por el suelo: guerreros y dragones por igual. El cielo tormentoso lo ensombrecía todo, y a pesar de que los dragones mataban a guerreros angelicales, parecía que estaban perdiendo la guerra.

Miró a Vasilios; su gigantesca figura estaba en el suelo, y Aron sostenía una lanza sobre él. Edward vio al dragón azul rendirse, y sabía que Alaric sentiría un profundo dolor si algo le sucedía a su padre. Así que, sin pensarl
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