30.
KAYNE
No puedo estar tranquilo a pesar de tener a todo el consejo frente a mí, no después de lo que sucedió más temprano.
Aún tengo en mi mente grabados sus rostros, sus palabras de desprecio, la forma en la que exigían deshacerme de ella sin darse cuenta de la soga que estaban enrollando en sus propios cuellos.
Tuve que usar el poco autocontrol que tenía para no destrozarlos, acabarlos de las formas en las que merecían por amenazar su vida.
Me recuesto en el asiento tomando aire; mis garras permanecen ligeramente expuestas, arañando la superficie de mi escritorio mientras escucho a estas momias andantes.
Sus reclamos, sus palabras disfrazadas con ese manto de rectitud, todo lo que están diciendo ahora se ve nublado por algo mucho mayor en mi mente.
Aurora.
La puedo sentir moverse con mi madre entre los pasillos, su aroma impregnando cada centímetro de las densas paredes, mezclándose con el mío.
Me gustaría decir que aquí está segura, a salvo, pero ahora ni yo mismo lo sé.
Siento que