El rostro de Cole se sonroja de ira y vergüenza al mirar a su alrededor, dándose cuenta de que todos en el restaurante lo observan con curiosidad y juicio. Respira hondo, intentando recuperar la compostura para salvar un ápice de dignidad de esta desastrosa confrontación. Al volverse hacia mí, su mirada suplica, como la de un hombre que se ahoga buscando un salvavidas.
—Diane, por favor. Dame la oportunidad de explicarte —suplica, tomando mi mano con los dedos temblorosos de desesperación.
Sophia se burla, con la voz llena de sarcasmo, como una cuchilla afilada que corta la tensión. —Oh, esto debería estar bien. A ver qué excusas de mierda se le ocurren—.
Para mi sorpresa, Mila interviene en mi mente, su presencia es un susurro frío y calculador: «En realidad, me interesa escuchar lo que tiene que decir».
Arqueo una ceja, confundida por su repentina curiosidad, y frunco el ceño. —¿De verdad quieres escuchar sus excusas?—
La voz de Mila es fría y calculadora, como la de un depredador