¿Él no podía satisfacerla, así que ella acudió a Leonardo?
¡La haría vivir en el infierno cuando la agarró!
El médico se estremeció ante el aura gélida que emanaba del entorno de Tadeo, y dijo con voz temblorosa: —Señor Ramos, le he dado a Blanca poner un gotero, pero los distintos medicamentos le están haciendo tanto daño a su cuerpo que no puede soportarlo, y estos días necesita descansar bien.
Tadeo respiró hondo, dijo con voz ronca: —Ya veo, gracias.
—De... De nada, siempre puedes encontrarme en mi despacho si necesitas algo.
—Sí.
Cuando el médico se marchó, Tadeo marcó un número y dijo fríamente: —¡Averigua dónde está Matilda ahora, y cuando lo sepas, tráela aquí!
—Señor Ramos, ¿y el secretario de Leonardo?
Tadeo rio cruelmente: —Golpéelo hasta que esté casi muerto.
Si lo mataba, tendría problemas.
—Bien.
Después de colgar el teléfono, Tadeo reflexionaba cómo iba a castigar a Matilda cuando la encontrara, esta puta había desafiado sus límites muchas veces, incluso había dañado a s