— ¡Dilo otra vez!
Los ojos de Tadeo se tornaban furiosos y siniestros mientras su agarre sobre Matilda se hacía más fuerte.
Matilda dijo con dificultad mientras le pegaba: —¿Me equivoco? Eres... ¡perdedor de Leonardo!
—¡Quieres morir!
¡En sus ojos afloraba la intención asesina, y su sonrisa se tornaba lúgubre y aterradora al ver que el rostro de Matilda se volvía gradualmente azul!
—¡Suelta a mi mamá! ¡Malo!
De repente, Tadeo recibió un golpe en la pierna.
Miró hacia abajo y vio a Blanca caer al suelo, gimoteando y llorando.
Frunció el ceño y le soltó la mano a Matilda.
Matilda cayó al suelo y tosió fuertemente con las manos apoyadas en el suelo.
—Blanca...
Intentaba abrazar a su hija, pero Blanca le miraba horrorizada, —¡Malo! Tú... ¡Suéltame! Asfixiaste a mi mamá... ¡Te odio!
Al verla llorar, Tadeo rápidamente le acariciaba la espalda y le dijo suavemente: —Blanca, tu papá, yo no pellizqué a tu mamá, sólo estaba bromeando con ella.
—No te creo. ¡Yo no tengo un mal papá como tú! ¡Quie