Natalie se sintió conmovida al ver la preocupación en sus ojos, aunque no se acordaba de ella.
Y había investigado; Lucía y ella sí eran buenas amigas antes.
—Estoy bien, cámbiate primero.
—Bien.
Diez minutos después, Lucía se acercó a ella.
Lucía llevaba un pastillero, una sencilla camiseta blanca y unos vaqueros, un par de zapatillas de lona blanca en los pies. Su piel era tan tierna que casi podía pellizcar agua; si dijera que era universitaria, nadie lo sospecharía.
—Natalie, vámonos, tengo muchas preguntas que hacerte.
—Vale.
Como mucha gente conocía a Lucía, encontraron un restaurante con más intimidad.
Después de sentarse en el cuarto privado, Lucía la miró y le dijo: —¿Qué ha pasado? Hace tres años, todos pensábamos que habías muerto en aquel incendio. Estuve trastornada durante seis meses.
Natalie le contó lo de la pérdida de memoria y los tres años, y Lucía suspiró.
—Uf, en aquel momento, era bueno que te fueras. Cuando me enteré de que Leonardo había elegido salvar a Matilda