Emiliano miró preocupado a Lucía y le dijo: —He oído que estabas herida y estaba tan ansioso que vine inmediatamente.
Lucía apartó la mirada, y sus ojos seguían fríos.
Durante la recuperación de Lucía, Emiliano le traía la sopa y una variedad de postres delicados todos los días.
Al principio, Lucía no se conmovía e incluso no hacía caso de lo que le traía.
Pero Emiliano no se amilanó y aparecía puntualmente todos los días.
Un día, Emiliano llegó a la sala como de costumbre y vio a Lucía mirando por la ventana.
Dejó suavemente lo que tenía en la mano, se acercó a la cama y le dijo con dulzura: —Lucía, ¿cómo te sientes hoy?
Lucía guardó silencio un momento y luego dijo en voz baja: —Todo bien.
Esta corta respuesta alegró a Emiliano, al menos ella ya no rechazaba comunicarse con él tan fríamente como antes.
En este momento, Franco entró en la sala con un ramo de flores.
Al ver a Emiliano, se quedó helado, luego sonrió y dijo: —Supongo que llego un poco tarde.
Cuando Lucía vio a Franco, so