El doctor Geno se sorprendió al leer el contenido del mensaje de texto y levantó la cabeza para mirar a Leonardo.
—Señor Ramos, ¿no tienes a mi familia?
Leonardo le miró, con los ojos sin vacilar.
—Tenga o no tenga a tu familia, ahora solo te queda la opción de decirme la verdad.
Al recibir una respuesta afirmativa, las manos del señor Geno se metieron inconscientemente en el bolsillo de su bata y apretó lentamente el bisturí.
—Señor Ramos, si te digo más, mi familia morirá, lo siento.
Al instante, levantó el bisturí y le asestó un tajo en el cuello.
La sangre estalló y el guardaespaldas solo tuvo tiempo de ponerse delante de Leonardo.
El cuerpo del señor Geno cayó rápidamente de la silla y el penetrante olor a sangre llenó todo el despacho.
Leonardo se levantó con una mirada gélida, dijo con frialdad: —Limpien esto.
En vez de salir de Estados Unidos, buscó una autoridad para hacer un examen físico de todo su cuerpo, y dejó a sus subordenados que esperaran los resultados en la puerta.