No pasó mucho tiempo antes de que ambas llegaran al hospital. Tras una detallada revisión, era afortunada que Tina sólo tuviera algunos rasguños en la piel y estuviera en shock.
Una vez que el médico se retiró, Natalie se sentó junto a la cama.
—Tina, ¿qué sucedió exactamente?
Tina se quedó callada por un momento y, conteniendo su enojo, comenzó a explicar: —Mi papá volvió a jugar y perdió quinientos mil. Le dijeron que si no pagaba, le cortarían la mano, así que me vendió para salvarse.
Natalie frunció el ceño y preguntó: —¿Él no sabe que en estos años has ganado varios cientos de miles?
Tina negó con la cabeza. —No le dije, de lo contrario, sin duda me habría quitado todo para volver a apostar. No quiero que sepa de ese dinero, ¡ni pienso dárselo!
Al ver cómo se mantenía fuerte, Natalie se entristeció por ella.
Antes, Tina también había poseído a una familia feliz y armoniosa. Si no fuera por la adicción al juego de su padre, la familia Rojas no habría quebrado y su mamá no se habría