—Cuando crezcas un poco más, entenderás estas cosas.
—Bueno.
En medio de su conversación, el señor Hernández entró a la cocina, claramente molesto y dijo: —¿Solo se la pasan platicando? ¿Cómo va la comida?
Natalie sabía que el señor Hernández solo buscaba pretextos para molestarla. Sonrió resignada y pensó que su maestro se estaba poniendo más infantil con los años.
Pero se preguntaba cuánto tiempo más podrían disfrutar de esa tranquilidad.
Tarde o temprano, su maestro tendría que regresar a Greeley. Quizás cuando Silvia pudiera manejar las cosas por sí misma, él volvería a Greeley.
Al ver a los dos cocinando seriamente, el señor Hernández asintió satisfecho y se fue con las manos en la espalda.
Después de que su figura desapareció en la puerta de la cocina, Natalie y Silvia intercambiaron miradas y no pudieron evitar reír.
Al día siguiente, el señor Hernández dejó a Natalie y a Fermín a cargo de los pacientes. Aunque decía querer comprobar si sus habilidades médicas habían decaído en