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El bullicio en el exclusivo bar élite no le hacía justicia; la hermosa mujer sentada en la barra parecía completamente indiferente a la efervescencia que la rodeaba.
Sus ojos estaban fijos en el vaso que tenía delante, inmutable desde hacía cerca de dos horas. Aún no lo había probado.
Sus pensamientos acaparaban toda su atención, incluso la capacidad de notar a los diversos hombres que la acechaban sin disimulo.
No habían podido ignorar la deslumbrante belleza de Selene, ni cómo su figura parecía clamar por algún tipo de atención.
Fue por ello que la trivial apuesta entre dos patanes apenas iniciaba, y no dudaron en acercarse a ella en busca de fortuna.
―Hola, belleza, ¿quieres que te invite un trago?
La hermosa mujer de cabello rojizo salió de su ensimismamiento. Sus ojos castaños, casi dorados, observaron al hombre.
Su mirada logró calar muy hondo en él.
El deseo incontrolable de poseerla y convertirla en suya, aunque fuese solo por una noche, lo consumió, mientras la mujer solo le dedicaba una pequeña sonrisa burlona, como si conociera a la perfección la indecencia de sus pensamientos.
Con un tono jocoso y despreocupado, habló a los hombres frente a ella:
―Muchas gracias, pero me temo que ya tengo uno...
El hombre parecía manifiestamente insatisfecho con la respuesta, mientras ella solo lo observaba con creciente diversión.
Selene Santorini era una mujer hermosa y astuta.
Consideraba que no se necesitaba ser una mente brillante para intuir lo que estaba por suceder, pues todos los hombres que se le habían acercado en toda la noche seguían el mismo vil patrón.
―Creo que no me has entendido. Quiero invitarte un trago. Una mujer femenina y cordial debe decir: “Acepto y con gusto lo tomaré”. Y después de eso, pues ya vamos pensando qué pasará...
Selene sonrió sutilmente ante aquella desfachatez.
Al menos aquel hombre era ligeramente más directo.
Escuchó la risa del amigo que lo acompañaba, y la molestia comenzó a incrementarse en ella, tanto que su sonrisa se borró por completo.
Un recuerdo doloroso irrumpió en su mente: la amarga coincidencia de estar en aquel bar la noche de su boda, y el abandono por parte de su inútil prometido, ahora esposo, quien se había fugado con su amante, aquella que resultaba ser su hermanastra.
Toda la humillación regresó a su memoria: la razón por la que estaba en aquel tugurio, ahogando su furia y sus deseos de ir tras ellos para causarles un gran perjuicio.
Tantas penas pasaban por su cabeza, sobre todo la realidad de que su propia familia, su padre, jamás la había amado lo suficiente como para comprender el dolor de su hija, y solo apoyaba a la que tenía con su nueva esposa, mientras ella era la burla de toda la ciudad.
―No estoy de humor. Vete de una vez...
La advertencia había sido clara. Selene no quería compañía. Se lo había dicho a varios, pero aquel hombre parecía ser más que pertinaz.
―Tú... ¿¡Qué no te dije que debías responder!?
El hombre levantó la mano; parecía estar dispuesto a golpearla.
Así fue, hasta que fue detenido por alguien más. Selene observó al hombre que se encontraba de espaldas hacia ella.
Su cabello azabache y su espalda imponente lograron captar su atención. No entendía cómo un traje de sastre impecable podía llegar a verse tan bien en una persona.
Aun estando de espaldas, se veía magnífico; tenía algo brillando en su oído, tal vez una perforación, y su mano portaba lo que parecía ser la seña de un tatuaje.
Era un chico malo, pero aquel hombre peligroso parecía estar dispuesto a ayudarla. Solo se preguntó: ¿cuál sería el precio por librarla de aquellos dos matones?
―Parece que no entendieron las palabras de la dama... quiere que la dejen sola...
La voz, llena de autoridad y con un tono armonioso que se alineaba con su cuerpo, logró que algo en Selene despertara.
Jamás imaginó que lograría sentir tanta fascinación por un hombre cuyo rostro ni siquiera había visto. Pero lo cierto era que lo que había escuchado y percibido hasta ahora le parecía soberbio.
―¿Tú quién eres? No te metas o si no...
El hombre se quedó a medio terminar sus palabras. Su amigo, quien estaba a su lado, le susurró algo al oído mientras su rostro se cubría con una expresión de pánico.
―Lo lamento, señor. Fue mi error. No volveré a inmiscuirme en sus asuntos. Lo lamento...
La sorpresa de Selene fue desmedida, más aún cuando los hombres se marcharon sin mediar palabra.
Ella se preguntó qué había sucedido. La incógnita permaneció en su cabeza hasta que su salvador se giró hacia ella.
Observó aquellos hermosos ojos verdes y cómo su cuerpo bien formado era cubierto con un traje que le quedaba de maravilla.
Su rostro, tan perfectamente dotado, solo le demostró que no se había equivocado.
Aquel hombre, pensó Selene, “era un espécimen perfecto”. Y era justamente lo que Selene estaba buscando para consumar su venganza contra su esposo.
Un chico malo que le diera no solo placer, también que le ayudara a olvidar su pena al ser abandonada, pues Selena no sería un mártir que esperaría por su esposo a su regreso
No… ella se divertiría, mientras su esposo de dignaba a regresar para su tan anhelada venganza







