Te voy a extrañar

La luz tenue del hotel más cotizado de la ciudad se fundía a la perfección con los gemidos entrelazados de la pareja.

Los besos apasionados resonaban en la habitación, cargados de un deseo voraz. Selene Santorini se entregaba por completo al hombre que había sido su amante por tres años, la única persona que la hacía suya casi todas las noches y que la ayudaba a eludir la miseria de su matrimonio.

―Dame un poco más... solo un instante más...

La voz varonil y ronca, en medio de aquella súplica, hizo que el cuerpo de Selene se arqueara, buscando el éxtasis, exactamente como aquel hombre lo pedía, el mismo que había conocido tres años atrás.

―Toma, toma todo lo que desees...

Esas palabras eran un bálsamo para aquel que la poseía. El hombre, al terminar, sintió cómo todo su cuerpo se tensaba y explotaba en felicidad y deseo, al igual que Selene, quien no podía comprender la magnitud de placer que él le ofrecía.

Su esposo jamás la había tocado; la noche de bodas, él se había marchado con su amante, dejándola en una cama helada y vacía.

Ella había comprendido en ese momento que jamás lograría conseguir el afecto de un hombre que no la amaba, aunque, secretamente, siempre lo supo y de cierta manera siempre lo había odiado en silencio.

Desde hacía tres años, después de un matrimonio sellado meramente por un contrato familiar, su esposo había demostrado una profunda indiferencia y repudio hacia ella. Lejos de molestarla, a Selene no le había importado, pues, para su criterio, él era igual de problemático.

―¿Por qué insistías en que nos viéramos hoy? Dijiste que no me llamarías en una semana...

Selene observó al hombre desnudo a su lado.

Sus ojos verdes se fijaron en ella. Su cabello azabache, revuelto y mojado por el sudor, contrastaba perfectamente con su piel pálida, casi de jade.

Aquellos ojos varoniles la observaban con una determinación implacable, haciendo que algo en ella se encendiera, pues aquel hombre despertaba todas sus pasiones.

―¿Por qué llamarme con tanta prisa y de repente? —La pregunta de su amante, cuyo nombre desconocía, resonó en la cama, mientras ella seguía observándolo fijamente, como si quisiera recordar cada uno de sus pequeños rasgos.

―Es porque este será nuestro último encuentro. Considera esto nuestra despedida oficial...

El hombre abrió los ojos de par en par y la observó. Su expresión se volvió divertida a los ojos de Selene, a quien todo en él le parecía perfecto. El hombre era hermoso, y era una auténtica lástima que no volvería a verlo. Recorrió su cuerpo con la mano, sintiendo un terrible pesar por no volver a tocar semejante escultura en su vida.

―Es una pena. No sabes cuánto te voy a extrañar.

Selene se levantó de la cama, caminó desnuda al cuarto de baño y entró, dejando a su amante completamente anonadado por la súbita situación.

Por ello, él se levantó con la rapidez de un relámpago y caminó hacia la puerta del baño, entrando sin importarle que Selene se estuviera duchando.

―No puedes hacerme esto. No puedes simplemente irte sin más. ¿Cómo es que dices “se acabó” de la nada? ¿Cómo es que tú decides?

Las palabras, llenas de autoridad y la evidente molestia del hombre, hicieron que Selene sonriera con diversión, mientras él seguía de pie, intentando buscar una explicación coherente.

―Dijimos hace mucho que esto era temporal, que algún día su ciclo acabaría.

―Han pasado tres años. No puedes simplemente desecharme. ¿Qué clase de hombre crees que soy?

Él no parecía feliz. Selene meditó sobre ello y se dio cuenta de que las palabras de su amante eran ciertas.

Llevaban tres años juntos, tres años en los que ella no conocía su nombre, y él tampoco conocía el de ella.

Habían compartido el lecho innumerables veces, y mantenían una regla de oro: ninguno hacía preguntas. La vida fuera de aquel cuarto de hotel era algo que no les concernía, pues saber demasiado solo sería un problema para Selene.

―Eres un chico malo... —dijo ella con una pequeña sonrisa, como si aquellas palabras fuesen un cumplido—. Te diré algo... te voy a extrañar muchísimo, no te imaginas cuánto. No volver a ver tu cuerpo...

Selene, ya vestida, recorrió con la mirada al hombre de pies a cabeza. El deseo de llevarlo de nuevo a la cama la invadió, pero decidió hacer oídos sordos a sus instintos.

―... Eso es lo que más voy a extrañar. Eres y serás el mejor amante que jamás tendré, pero todo ha concluido, como todo en esta vida. Cuídate, cariño, y no me olvides; yo jamás te olvidaré.

Ella le guiñó un ojo, lo tomó del cuello y lo besó de manera profunda, un gesto que él le permitió como un último aliento. Se alejó de él y sin más le entregó un cheque en las manos, dejando al hombre desconcertado.

Selene solo vio la figura de aquel hombre que la traía obsesionada antes de marcharse para siempre.

Y al cerrar la puerta y dejarlo allí sin más, cerró los ojos con fuerza y exhaló un fuerte suspiro.

A pesar de aquella máscara de frialdad y diversión, la finalización de todo le causaba un gran vacío en su interior.

Quería llorar, gritar, estaba tan frustrada y llena de dolor.

Justo entonces, su teléfono inició una llamada entrante y cualquier sentimiento que intentara regocijarla se alejó al instante.

Pues la voz del hombre que resonó en la línea hizo que el estómago de Selene se revolviera.

―¿Dónde estás? ¿Crees que tengo todo el tiempo del mundo para esperarte? Tu esposo llega después de tres años y ¿esa es la manera de comportarte? —Selene apretó las manos en puño y con palabras llenas de hipocresía calculada habló al hombre del otro lado.

―No te preocupes. Este matrimonio tardará muy poco en ser historia. ¿Por qué debería ser amable con mi futuro exesposo? Pero después de todo seré amable, iré por ti y por mi hermana. Y cuando todo acabe... bueno... eso lo veremos mucho después.

Selene no esperó respuesta de aquel hombre descarado; colgó la llamada sin más. Su mirada, antes llena de nostalgia y añoranza por su amante, cambió a una determinada y fría.

Antes de conceder el divorcio a aquel hombre, ella se vengaría.

Había tenido tres años para planear no solo acabar con su esposo, sino también con su amante y su propia familia, aquellos que la habían despreciado por años.

Habían actuado sin ningún tipo de consideración hacia ella.

El juego apenas iniciaba, y Selene estaba segura de que sería la ganadora de aquella guerra que estaba por comenzar.

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