Selene no podía creer la visita con la que se encontraba, observaba una y otra vez al hombre frente a ella y se preguntaba ¿Cómo era que podía verse tan fuera de lugar en su oficina?
Sin contar que podía notar el revuelo que había fuera de la oficina gracias a los vidrios, en ellos, en donde muchos incluso perdían un poco de dignidad y pudor, al ver con descaro al hombre sentado frente a ella, quien tomaba un café, como si no notara la conmoción.
Siempre tan frívolo y tranquilo, aunque el mundo se cayera a pedazos, eso ciertamente la tenía demasiado incómoda.
―¿Y? ¿Qué hace usted aquí, señor Sartori? —Era claro que a pesar de que las cosas se habían limado entre ellos, solo un poco, y que su abuelo quería estar más unido a ella, para Selene su primo Adán no era un familiar.
No cuando jamás lo había visto tan cerca como lo hacía últimamente, sin contar que, a pesar de haber recuperado algunos recuerdos, solo lo hacía con Zander, mientras Adán, para ella, seguía siendo el indiferente pr