―¿Qué dijiste? —El rostro de Selene era todo un poema. Podía notarse a simple vista que no podía creer lo que había escuchado, era cierto, no podía creerlo.
Aquel hombre la había llamado en medio de la noche y, mientras ella se preparaba para dormir, él había usado aquella terrible influencia para hacerla ir a por él.
Lo cierto era que Selene no podía creer que había salido con tanta prisa que incluso había olvidado por completo ir vestida de manera decente. Igual ella había caído bajo sus encantos.
No era nada extraño, siempre había sido de aquella manera, incluso desde aquella noche cuando lo conoció en aquellas circunstancias tan vergonzosas para ella.
―Lo que escuchaste. No sé exactamente cómo es que tienes el descaro de presentarme a tu esposo, y si lo hiciste con intenciones de hacerme enojar, lo conseguiste...
Selene se levantó de un salto de la cama, lo observó con una expresión molesta, y sin dudarlo, tomó su pequeña pijama y habló en un tono cargado de furia:
―No sé qué inte