Selene no podía creerlo, de un momento a otro todo se había vuelto un gran lío. Aunque intentaba digerir lo que ocurría con Zander, aquel no había regresado luego de una hora.
La había dejado desnuda en la cama con una expresión llena de desconcierto, y mientras entraba al cuarto de baño y se daba una ducha, no dejaba de repetir una y otra vez la escena, aquella en la que de la nada, luego de un acalorado tiempo entre los dos, aquel sin más solo se había marchado, sin que ella lograra captar lo que ocurría.
Selene incluso se había llegado a sentir mal.
¿Acaso ella había sido el problema? Tanto en su cabeza, le hacía sentir mareada, y cuando cayó en la enorme cama, que parecía que compartiría con Zander, se preguntó si aquel llegaría a dormir.
Por lo menos eso pensó, hasta que su teléfono sonó y notó cómo en él, se mostraba el nombre de Dylan Ford, su secretaria.
―¡Señorita... señorita... excelentes noticias! No sé qué habrá hecho, pero me acaba de llegar un correo, aquel donde indicab