OrianaTodo estaba saliendo de maravilla y Stephan se veía radiante, relajado, como nunca antes lo había visto. Por primera vez en días, reímos sin mirar por encima del hombro. Alexei se burlaba del decorado torpe que había hecho con las fresas que me consiguió y Stephan tenía chocolate en la comisura de los labios. Se sentía bien. Casi normal y no pude evitar comenzar a fantasear con lo que podríamos ser algún día.Y era un sueño hermoso, pero de todos los sueños hay que despertar, ¿cierto?Por lo que, como si fuese una señal, se escuchó la motocicleta.El rugido del motor cortó el aire como un cuchillo. Los tres nos congelamos. Stephan se puso de pie en un segundo, sacó una pistola de debajo de la mesa. Y abrí los ojos de par en par, sorprendida porque eso hubiese estado allí todo el tiempo.Alexei fue por su arma tan rápido que parecía que sus movimientos estaban ensayados y yo me quedé paralizada, percibiendo como el pánico se agolpaba en la base de mi cuello.Contuve el aliento y
OrianaCorría como si mis piernas pudieran dejar atrás el dolor, los celos y la rabia que me provocó saber que Stephan tenía a alguien más.Me moví casi sin poder respirar a través de la tierra húmeda, el barro pegajoso y las ramas que me arañaban los brazos. Con tal de no estar cerca de esa odiosa mujer.Sabía que estaba mal, que era infantil y poco racional. Pero era su culpa, él me hacía sentir todo el tiempo en el ojo de un huracán emocional. Todo era más intenso, descarnado, cuando de Stephan se trataba y no tenía una explicación lógica para ello.Siempre, intentaba ser racional y mantener la dignidad. Aunque al parecer de esa mujer solo quedaban despojos y emociones descontroladas.Continué alejándome.El bosque era un laberinto de sombras y siluetas deformes.No me di cuenta de ello, hasta que estuve tan lejos de la cabaña que solo veía árboles y follaje a donde fuese que mirase.Pronto, comencé a sentirme agitada y agotada. Sin embargo, a pesar de que el aire me cortaba los pu
Oriana Los celos, la rabia, la humillación me estallaron dentro. Le di un empujón con todas mis fuerzas.—¿Sabes qué? ¡Por mí, puedes irte a la mierda, Stephan! ¡Toma la oferta de Isabella, y haz lo que se te venga en gana! ¡Yo me largo! —Algo en su rostro cambió. Fue un segundo apenas, pero lo vi. Una grieta. Como si algo adentro de él se rompiera y no supiera cómo contenerlo —. Debí hacerlo cuando me lo pediste. De hecho, nunca debí ir a ayudarte. A partir de este momento, quiero que me dejes sola y vuelvas con tu perfecta novia.—No —Su voz fue grave, peligrosa—. No eres quien decide eso.—¿Qué?—Lo que has escuchado, cuando te ofrecí irte, no tomaste la oportunidad y ahora ya no puedes marcharte, a menos que yo lo quiera.—¿Perdón?—No vas a dejarme, ni ahora, ni nunca —dio un paso al frente—. Quisiste pertenecerme y ya no hay manera de cambiar ese hecho.Y antes de que pudiese replicar me besó. Aunque más que un beso, fue un acto de posesión, con el cual me mostraba su fuerza y
Oriana—¡Pues no hay nada bueno en mí! —Rugió —. Soy un puto animal, que ha asesinado durante toda su vida y no esperes que me sienta culpable por ello, o que te prometa que no lo haré nuevamente. Porque no va a ocurrir —. Sacó una pistola, cuando las sirenas cesaron, porque significaba que se habían detenido —. Yo soy esto —. Apretó el cañón contra su pecho —. Un monstruo.Durante varios segundos no supe qué decir, y el mundo se congeló a mi alrededor.Odiaba haberlo hecho sentir como una bestia y puede que lo fuese, pero era mi bestia.El silencio se extendió, luego de que Stephan dejase escapar un segundo rugido, mientras las últimas luces de la tarde comenzaban a apagarse. Y los árboles a nuestro alrededor comenzaron a distorsionarse, hasta convertirse en esqueletos colosales.Sostuve el aire en mis pulmones, como si el mundo entero estuviera contenido en un suspiro. El aire olía a tierra húmeda, a madera mojada y la niebla se arrastraba entre los troncos como un animal herido.El
“Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía, manchadas de sangre, y cada uno murió en la desesperada actitud de su caída. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo”. La máscara de la muerte roja, de Edgar Allan Poe.════ ⋆☆⋆ ════StephanEl auto se detuvo frente al palacio, donde se celebraría la Noche del Zhar-Ptitsa.Era el evento más exclusivo y temido del submundo criminal ruso. Una vez al año, Sergei abría las puertas de su imperio a los jefes, aliados y posibles enemigos de la Bratva. Su objetivo era simple: recordarles a todos quién estaba en la cima. Quién daba las órdenes y podía destruirte de la forma más cruel y dolorosa que te fuese posible imaginar.Sergei era la muerte roja para todos los que bailaban al compás
Stephan Nadie me reconocía; sin embargo, todos podían sentir algo. Un escalofrío en la espina, un pequeño estremecimiento provocado por una grieta en el aire. Una perturbación en el ambiente, similar a la que podría causar un espectro, atravesando la multitud. Una promesa de destrucción y sangre.La muerte roja.Yuri estaba riendo con un ministro extranjero. Sergei se encontraba en lo alto, en su trono improvisado, rodeado de guardaespaldas y modelos drogadas que bailaban de forma sensual a su alrededor.Entonces, me detuve en el centro de la multitud, abrí el esmoquin sin prisa, saqué la pistola y disparé.Sin preámbulos, sin pensarlo.El sonido cortó la música como un cuchillo sobre seda.La orquesta se detuvo bruscamente y cuando volví a apretar el gatillo, los gritos comenzaron y el infierno se desató.Los míos disparaban desde los balcones. Uno de los tiradores se llevó por delante a un guardaespaldas de Sergei con una puntería quirúrgica. Otro de mis hombres voló una de las sal
StephanDaimōn olía a lluvia sucia, pólvora y hierro oxidado.La ciudad que nunca dormía. Pulsaba como el corazón de monstruo aletargado. Revolcándose en su propio veneno, con las tripas abiertas al cielo y los ojos fijos en la oscuridad. Y esa noche, bajo las sombras alargadas, me entregaba su corona. No por herencia. No por lealtad. Si no porque había aplastado a todos los que se interpusieron en mi camino.A lo lejos, el Zolotoy Ad aún humeaba. Las torres de mármol blanco, las cúpulas doradas, las esculturas de dioses rusos y ángeles rotos, todo se alzaba como una carcasa vacía. Un templo profanado. Había sangre en los vitrales, Las cortinas de seda eran cenizas y los cadáveres en los jardines de piedra comenzaban a desvanecerse como una pesadilla al amanecer.Sergei y Yuri ya no respiraban. Y aunque algunos de los sobrevivientes estaban en sus casas y los muertos en sus tumbas, el eco de sus gritos seguía rebotando entre las columnas.Todavía sentía la máscara contra la piel, pega
Parte dos:Los monstruos también aman.“—¡Día odioso en que recibí la vida! —exclamé con agonía—. ¡Maldito creador! ¿Por qué creaste un monstruo tan horrible que incluso tú me rechazaste con asco? Dios, compadecido, creó al hombre hermoso y atractivo, a su imagen; pero mi forma es un repugnante ejemplo tuyo, más horrible, incluso por su misma semejanza. Satanás tenía a sus compañeros, demonios, que lo admiraban y lo animaban; pero yo soy un solitario y aborrecido Frankenstein”. Mary Shelley, Frankenstein----------------------♡♡♡-------------------------------StephanLa ciudad se extendía bajo mis pies y desde el ventanal de mi despacho, Daimōn parecía dormida, pero yo sabía que nunca descansaba. Que siempre estaba alerta y con malas intenciones. Como yo.El mármol negro bajo mis botas reflejaba el fuego de la chimenea encastrada en la pared. Había silencio, ese silencio espeso que precede al desastre. Solo se podía oír el crepitar de las llamas y mi respiración pesada.Las cámaras