Entre la sangre y el deseo (3era. Parte)
El mismo día
New York
Victoria
Por desgracia, hay errores que nos persiguen por el resto de nuestras vidas.
Uno de ellos era Henry Beaumont. Sí, cuando era una joven inexperta caí en sus garras. Me deslumbró. Se aprovechó del momento. Y aunque nunca estuvo en mis planes casarme con Edward, devolverle a Henry un poco de su propia medicina fue, en aquel entonces, mi forma de venganza. Sin embargo, en poco tiempo comprendí que esa aventura sería una complicación... o quizá descubrí otra manera de tener a Edward en mis manos.
Jamás imaginé, sin embargo, escuchar semejante disparate de los labios de Henry: “Casarnos.” No era amor. Era poder, era codicia. Pero yo tenía el control, y si debía recordárselo, lo haría sin dudarlo.
Ahí estaba él, con esa sonrisa peligrosa, aguardando mi respuesta. Le sostuve la mirada un segundo antes de dejar que mi voz cortara el aire.
—Henry, quizás aquella muchacha ingenua que una vez fui habría estado feliz con tu propuesta. Pero la mujer que tienes delante